La filosofía Slow Food trasciende el campo de la alimentación y propone estilos de vida sostenibles y un nuevo sistema de alimentación basado en un cambio de las relaciones entre los consumidores y los pequeños productores de alimentos locales. Sus objetivos, valores y actividades han evolucionado drásticamente con el tiempo, adaptándose a las nuevas necesidades y objetivos de la sociedad; dando lugar a un movimiento social denominado “eco-gastronomía”. Slow Food propone un modelo de consumo donde las personas dejan de ser meros consumidores para convertirse en coproductores en sistemas de consumo más democráticos.
Las redes de Slow Food de todo el mundo apoyan y promueven soluciones para producir alimentos y mitigar el impacto que estos tienen en el medio ambiente. Para conseguirlo, la organización trabaja para proteger la biodiversidad, fomentar la educación alimentaria y medioambiental, concienciar a todos los actores e intentar influir en las políticas a todos los niveles.
El movimiento tiene claro que la producción y la distribución de alimentos son los causantes de una quinta parte de la fiebre del planeta, por lo que anima a todo el mundo a cambiar sus hábitos alimentarios, especialmente a los residentes en países desarrollados. Las personas se sienten impotentes ante la gravedad del cambio climático pero muchos no saben que se puede contribuir a frenarlo de manera individual a través de la comida.
La capacidad productiva de alimentos creció 100% entre 1960 y 1990, mientras que la población creció un 72% y el consumo individual sólo un 13%.
Slow Food defiende las diferencias culturales territoriales y regionales, íntimamente ligadas a nuestra herencia alimentaria, y revaloriza la historia y la cultura de cada grupo social, para que puedan existir redes de intercambio recíproco equilibradas.
Comer es un acto agrícola, y los consumidores informados del impacto de sus decisiones en las lógicas de producción alimentaria y en las vidas de los productores se convierten en coproductores y para ellos los alimentos de calidad han de ser buenos, limpios y justos.
El Slow Food es un llamado a la sustentabilidad local y nacional, a la reactivación del campo no por vía de empresas multinacionales sino de los jóvenes y las familias, y a que reavivamos las tradiciones culinarias de nuestros países.
Casa Mandrágora hace parte de esta tendencia y de zorra; es una marca que produce alimentos orgánicos y que tiene su propia granja: siembra y cuida sus frutas y hierbas aromáticas individualmente, desyerban y cosechan a mano, ofrecen productos realmente libres de químicos que transformamos en conservas de frutas aromatizadas. Trozos de frutas bajas en azúcar con un toque aromático natural.
El objetivo de Slow Food es arreglar un sistema alimentario que consideran estropeado, avanzando hacia un sistema alimentario agroecológico diversificado. Con la vista puesta en este objetivo, trabajan para:
1. Aumentar la sensibilización pública y cambiar las tendencias de consumo, fomentando la adopción de dietas y patrones de consumo más sostenibles y respetuosos con el medio ambiente y acciones para cambiar las políticas actuales.
2. Cambiar la producción de los alimentos promoviendo la transición hacia una producción alimentaria agroecológica diversificada.
3. Cambiar las políticas relacionadas con la alimentación a nivel internacional, nacional y local mejorando la coherencia de las políticas alimentarias.
Para cambiar el mundo es necesario trabajar la tierra, ensuciarse las manos; la naturaleza enseña a trabajar con reglas que no se pueden cambiar, se debe realizar un trabajo con conciencia y con dignidad, compartiendo los valores e involucrando a la comunidad.